
¿Clientes que huyen? A lo mejor es por algo
A veces el problema no es que falten clientes.
Es que el producto espanta.
O el ambiente. O la experiencia. O todo junto.
Pienso, por ejemplo, en aquel gimnasio.
Tenía máquinas nuevas, buena ubicación, tarifas razonables.
Pero la bienvenida era una sucesión de amenazas:
🚫 No se acepta efectivo
🚫 Si no traes tu tarjeta, NO ENTRENAS
🚫 Prohibido entrar sin identificación
🚫 Aquí no se hacen excepciones
Y así… una colección de carteles antipáticos en la cara.
Ni un “buenos días”, ni una sonrisa. Solo normas en mayúsculas.
Se fueron a la bancarrota.
Pero no por falta de músculo financiero.
Sino por no cuidar los pequeños detalles que invitan a quedarse.
A veces, el problema no es el cliente.
Es el mal diseño de la experiencia.
Es un tono que aleja.
Es una cadena de detalles que nadie se atrevió a señalar.
Y ojo: no es un drama. Tiene arreglo.
Si alguien te lo dice a tiempo.